miércoles, 17 de febrero de 2010

La imagen como herramienta única

No hace falta introducir demasiado al tema, solamente recordar el asunto. Años atrás, desde el gobierno, se impulsó la carrera anti-tabaco, a los efectos de frenar el avance de dicha droga en lo social. Para ello, se utilizaron, básicamente y a grandes rasgos, dos lineas de acción: la prohibición en espacios públicos cerrados, en primer término, y las imágenes "impactantes" en las cajillas de cigarros por otro.

No refiriéndonos al primero de los puntos -la prohibición pública-, que es otro tema, vamos a centrarnos, un poco, en la segunda vía de acción: las imágenes.

Sabido es que desde la aprobación de la ley anti-tabaco, se pasó de una baja en el consumo del 0.7% -en seis años- a una reducción de entre 4 y 5% en dos años. No podemos discutir la eficacia (o no) del método, porque en primer lugar hay gente dedicada a eso, y en segundo lugar poco importan los resultados acá.

La cultura de la imagen

Pero algo es importante: ¿por donde corre el tema del cigarro? Podemos extenderlo al tema de la droga toda: ¿qué tipo de discusión y/o resolución del tema buscamos? Si entendemos el tema de la droga en la sociedad como algo que afecta a gran parte de la misma, como un tema político-tabacalero (no es una pedantería barata el término, porque es mas difícil tocar a un tabacalero que bajar la luna), entonces, lo que nosotros pretendemos es una discusión, y una posterior resolución política, racional, estratégica y eficaz del problema. A este respecto, entiéndase que algunos puntos se cubren: la resolución es política, es estratégica y, según se vea, eficaz. Pero aquí encuentro el problema: eficaz... ¿desde donde? Más aún, ¿es una resolución racional? Lo dudo.

"Impacto visual y económico

Las advertencias que se ponen en cajillas de cigarrillos y demás publicidades también fueron estudiadas. En el momento de la investigación (2007), en opinión de Bianco, “las advertencias que se evaluaron fueron las más flojas, por decirlo así”. Uno de los estudios es comparativo con otros 15 y 17 países: Uruguay se ubica en el nivel más bajo, entre el puesto 16 y 17 con respecto al impacto.

“Algunas de las advertencias mostraban dinamita, como una bomba, no tenían evidencia científica. Deberían incluir imágenes humanas, en lo posible, que tienen que ser fuertes y duras”, manifestó el médico. “No fueron efectivas al punto que se cambiaron por otras que tienen imágenes más fuertes, pero que aún no hemos evaluado. Lo que se determinó a nivel internacional es que cuanto más grande y más fuerte es la imagen que está en la cajilla, mayor es el impacto sobre el fumador: más las notan, tienden a rechazarlas, les promueve disminuir el consumo y pensar en el abandono”. En ese sentido, el estudio también revela que dos tercios de los fumadores tiene pensado dejar el hábito en el futuro." (180. com.uy)


Esto es terrible. Amenazante hipertrófia del objeto, de lo aberrante, lo surrealista o grotesco. El párrafo de Mr. Bianco es una sopa condensada de todo eso que puebla y degrada nuestro ambiente: la imagen monstruosa y bestial que anula toda reflexión ulterior.

Creo, a título personal, que, si entendemos este tema como un tema social-político-secular, se debería tomar como tal, y por lo tanto, intentar cubrir los requerimientos mínimos de una sociedad racional. Decía que la eficacia del sistema de Vazquez es irrefutable; los números lo demuestran. Ni por asomo tengo intención de atacar eso. Pero; ¿eficacia a qué costo? Es más; ¿racionalidad o brutalidad?

Vivimos en la cultura de la imagen acelerada: el informativo es entretenido porque contiene todo aquello que nos gusta (al igual que la hamburguesa): rapidez, fluidez, panorámica, múltiples puntos de vista, cero compromiso, nada que pensar, todo procesado, todo producido, teatralizado, maquillado no para parecer otra cosa, sino para parecer perfectamente real, más real que lo real. Para dejar una huella en la mente homérica (por H. Simpson, no por el épico) del espectador. El informativo, como cara visible y perfecta de lo actual, está creado más allá del bien y del mal, obturando toda posibilidad de juicio; nada está bien o mal, solo, meramente, de forma empecinada: está. Las cosas pasan, son, están, no deben ser, ni podrían ser, solo se dice que están. De esta forma, logramos un lacerante privilegio de la imagen por sobre el juicio.

Con la imagen que todo lo domina, la reflexión, la capacidad de procesar lo que se recibe, desaparece. Ya no somos esa unidad capaz de una captación activa de percepciones, ni una captación pasiva de impresiones, ahora, solamente, somos una cámara documental capaz de recibir los datos previamente masticados y listos para ver y oír. No nos vemos obligados al mínimos esfuerzo del símbolo; no tenemos que interpretar ni descomponer lo que nuestros ojos ven, solamente debemos actuar. Así lo hacen los animales: reciben estímulos del exterior y actúan en respuesta a dicho estímulo. El depredador observa a la gacela herida y corre para atraparla, no sabe por qué lo hace. Nosotros vamos en el mismo camino: nos muestran algo y nosotros actuamos en consecuencia.

Un paréntesis obligado

Algo así, ese asqueroso efecto dominó de retrasados es lo que ocurrió con EL tema de Haití. Todos, o muchos, estábamos enterados, con mínimo esfuerzo, de que Haití existía y que es muy pobre. Pero a ninguno le importaba (me incluyo) qué pasaba en Haití, hasta que, mágicamente, un terremoto nos abrió los ojos e hizo florecer nuestra amabilidad y caridad. Ahora, hipócritas del demonio, podemos decir, mientras escribimos por un blog, que uno de cada cien uruguayos colaboró con Haití... eso, eso es la muestra de nuestro lamentable estado... o el estado de algunos, porque a mi me importó poco Haití, y me sigue importando un rábano (que se entienda esto último). A nadie se le ocurrió asistir a ese país antes, cuando todos sabemos que desde hace años están en decadencia. Pocos medios hablaron del tema. El único que se interesó fue el francés de "El mundo desde arriba" (HBO), quién, meses atrás de la catástrofe, trató el tema.

Retomando

Hasta que no se nos pega el poster en el cuarto no nos enteramos de nada. Hace falta una imagen, una imagen grotesca, brutal, un drama, para que nuestra dormida atención se despierte y se entere de que tales cosas existen.

Lo mismo ocurre con el cigarro, no hay reflexión, la gente -para nuestra esfera social desintegrada y atroz- debe darse cuenta del daño ocasionado no por medios racionales, no por información digna, no por conciencia del mal que la droga ocasiona, sino por medio de estúpidas e infantiles imágenes de sangre, bebes fumando, enfermos, muerte, etc... Desde el día en que tomamos conciencia del demonio por medio de imágenes demoníacas, la racionalidad comenzó su caída. Todo funciona por esa mecánica alarmante del teatro y la hiperealización.

Lo brutal y animal

“Algunas de las advertencias mostraban dinamita, como una bomba, no tenían evidencia científica. Deberían incluir imágenes humanas, en lo posible, que tienen que ser fuertes y duras”

Entonces, para que la gente tome conciencia, en lugar de tomar medidas serias y humanas, nos comportamos como animales, nos bestializamos, apelamos a lo brutal, a lo bizarro y asqueroso para llamar la atención. Ese testimonio, que reclama mayor obscenidad, no es el testimonio de un mercenario ni de un asesino, son las palabras del Presidente del Centro de Investigación para la Epidemia de Tabaquismo (CIET).

Se parte de la siguiente premisa: imágenes duras = reacción. Es triste que las personas se movilicen por la alarma y no por la conciencia. Antes que salir todos corriendo, espantados, por las horribles imágenes de las cajas de cigarrillos, podríamos pensar algo más digno, o podrían pensarlo los "creativos" a los que se les ocurrió esto. Porque, mientras tanto, es más que acertado lo que se hizo: se utilizó la herramienta capaz de movilizar las mentes de hoy: la imagen grotesca y obscena. Pero no es muy saludable seguir mucho tiempo así.

La frase que indica el fin para nuestra civilización: "una imagen vale más que mil palabras".