sábado, 25 de septiembre de 2010

Un acting por la diversidad

El viernes pasó otra marcha de la diversidad. En primer lugar hay que mencionar la disonancia, una vez más; repetida, entre el reclamo –“despenalización del aborto, el matrimonio homosexual y el trabajo digno para todos, bajo la consigna ‘los mismos deberes… los mismos derechos’ (180.com)”- y el hecho, la manifestación o, más precisamente, el acting. Las marchas de este tipo –sea en reclamo por derechos, cupos, igualdad, no discriminación, etc…- parecen condenadas a una equivoca repetición; son arrastradas siempre hacia lo festivo, lo carnavalesco, lo grotesco o lo banal. Se piensa más en la puesta en escena, en la performance o el happening, que en el sentido real o esencial que impulsa (o debería) el acto mismo de manifestarse públicamente. Manifestarse en público ya tiene cierto significado intrínseco: sugiere una necesidad de decir algo a bajo costo y largo alcance, una forma de propagar un MENSAJE de forma rápida y libre. Ahora bien, y volviendo a lo anterior, acá parece cobrar protagonismo y primer plano la performance; lo que se monta, se maquilla, se arma, musicaliza e ilumina, y pasa a segundo orden lo que, suponemos, es la raíz misma: manifestarse en busca de valores, igualdad, etc…

Mientras la base está en determinado tono, el punteo está en otro: es difícil de entender qué se reclama, cuando el aspecto de los implicados parece el de una murga. Con esto no se pretende un montón de personas con semblante melancólico y afligido, no, se pretende dar preponderancia a lo que debería ser lo primordial. Los derechos, la despenalización, el trabajo digno, etc., no se consiguen (o al menos no parece así) montando una farándula y un cotillón bajo risa cínica y despreocupada. No es una fiesta, pero parece tal. Se juegan cosas importantes, pero se juegan, justamente, como un juego. Todo esto obviando la singular inclusión de la despenalización del aborto como uno de los reclamos en una marcha de “minorías”. Es interesante el fenómeno por el cuál se mete todo dentro de la misma bolsa, y lo que era marcha homosexual es ahora marcha de minorías. No solo esto, sino también el hecho de incluir a la mujer, y este tal vez no sea le caso, entre las minorías. ¿Qué hace la despenalización del aborto en una marcha por la diversidad? Es triste ver como ya no se sabe ni cómo ni qué reclamar en qué lugar ni cuándo. No se trata de estar, como se plantea para patear al otro a la hoguera, en contra o a favor, de ser pro o anti algo, de ser homo o hetero, eso en este caso es lo menos importante. Ese es un asunto que no me importa tratar ahora.

Lo único que se consigue reclamando satíricamente es causar un golpe de vista, shockear la superficie de aquellos que se encuentren con la marea deambulante y feliz. Lo único que parece conseguirse es un momento de oídos que escuchen, un instante para ver y luego, simplemente, olvidarlo todo. ¿Hace cuanto que se suceden estas marchas? Y hablo de estas y no todas las marchas. Lo que se ha logrado no se ha conseguido por medio de estas manifestaciones, se ha conseguido políticamente, por medio de diálogo y papeleo, nos guste o no. El objetivo de la marcha, en suma, parece desplazado de su sentido inicial, gira en su órbita hasta olvidarse por qué lo hace: el objetivo ya no parece ser la obtención de los derechos, sino el acto mismo de decir, hacer, mostrar, exteriorizar y comunicar lo que se reclama, sin importar demasiado si está bien el medio, la forma, el canal en pos de la obtención.

Es algo escabroso a veces notar esto, cuando al que lo hace se lo acusa y señala como reaccionario, a fin de cuentas ¿a quién le parece mala una fiesta así? Justamente es terrible una fiesta así para un tema así, y lo peor es que oponérsele es apagar la música, prender la luz y acabar con la fiesta.

viernes, 17 de septiembre de 2010

¿Qué pasa con los blogs?

El blog, como plataforma comunicativa, está en decadencia. O al menos, si no en decadencia, está en receso, un receso que creo, no será mortal, no acabará por eliminar al blog como canal-medio, pero si limitarlo crónicamente. Es fácil constatarlo. Desde hace ya varios meses, diría que desde mediados del año pasado (con mayor velocidad), el blog (y lo digo como usuario y lector) ha visto disminuido su tráfico: las actualizaciones, en muchos casos, son escasas, más disipadas y, en los peores casos, se ven espacios abandonados; blogs que ya no están habitados. Blogs que viven, meramente, más allá de un humano que los dirija. Congelados, nostálgicos en su propio fin.

Procesos similares: formatos
Pero este es solo un ejemplo. Pasa, se me ocurre ahora, con la música: el vinilo ha dejado paso al casete y éste al CD/DVD, que a su vez se encuentra en vías de extinción (una extinción que no es total; se trata de una extinción perpetua pero que nunca acabará, definitivamente, con el CD). Muchos dicen que el CD desaparecerá definitivamente ante la practicidad, rapidez y “democraticidad” (en tanto que todos podemos acceder a un disco con un solo click) del formato digital. Sin embargo, según puedo llegar a entenderlo (a un proceso que, repito, se acaba de inaugurar en nuestro tiempo pero lleva larga data y se sucederá hasta el fin de los tiempos), la frenética sucesión de medios y formas comunicativas (y también otras) no comprende, como lo vaticinan los apocalípticos del CD, la aniquilación progresiva del medio obsoleto. Quiero decir: la aparición (y proliferación) de lo digital en la música, lejos de eliminar completamente el formato tangible (CD, vinilo) lo limita, es cierto, pero de ninguna manera lo mata. Lo que hace es reafirmarlo como medio. Es imposible (lo repito IMPOSIBLE) que el CD desaparezca dejando paso libre al medio digital (mp3, 4, 4, 5, 6, 7, 8,9, etc.), ya que ambos operan formas diferentes sobre lo mismo: mientras que el CD aporta ciertas formas artísticas en su caja, cierto concepto de álbum como pieza concebida y hasta una pieza de colección, lo digital aporta rapidez en el acceso y practicidad, pero pierde las concepciones del CD como objeto de colección. Juegan, en el mismo partido, funciones diferentes, posiciones diferentes en el mismo campo de juego.

Siempre existirá la necesidad humana de tener el medio en formato físico: el diario, el semanario, la revista, el comic, el álbum, el CD, el libro. Todos estos, si se pone atención, tienen su alter-ego digitalizado: el portal digital, el motion-comic, el álbum digital, mp3, e-book… y sin embargo no logra desterrar a su antecesor. Eso es porque pertenece a otra categoría. Un libro (físico) nunca podrá eliminarse por un texto de Word, pero si por un libro con tapa dura, edición de lujo, etc…

Batallas internas
Asimismo, es interesante ver como, en paralelo a la categoría física, lo digital juega su propia batalla interna. Por ejemplo, tenemos el formato físico para escuchar música: vinilo, CD, DVD. La era digital, por su parte, ha generado su propia gama interna de primos hermanos: mp3, mp4, mp5, I-pod, palm. Al igual que los primeros, se suceden entre si; van evolucionando pero no en el sentido clásico del término: se suceden de forma frenética, hipertrófica; giran furiosamente sobre su propio eje. Insisten, obstinada y bobamente, en su propia esencia: reproducir música, luego reproducirla en mejor calidad, luego agregarle imágenes, luego sonido envolvente… y así siguen y seguirán, como bólidos, hacia el infinito, no aportando algo diferente, sino recargando se sobre su propia función.

Lo mismo con el cine. Las primeras formas de cine consistían en una paleta de imágenes que se movían a gran velocidad, luego llegaría la proyección en la oscuridad. Luego, a aquella cinta única, se le agregó la edición, el montaje y todo cambió. Al montaje en la moviola se le lo está cambiando por el montaje digital. La esencia es siempre la misma: proyectar imágenes, pero cierta necesidad humana insiste en girar sobre el mismo eje de lo ya inventado.

Entonces ¿Qué pasa con el blog?
Volviendo ahora al blog, éste parece haber corrido la misma suerte que, por ejemplo el mp3 o el CD: nunca va a desaparecer, en tanto que su conformación le permite ciertas posibilidades que twitter y facebook no. Pero, sin embargo, no cesa de apagarse lentamente (reitero, sin un final).

¿Por qué? Seguramente debido a la nueva modalidad discursiva y de comunicación de la era actual. Vivimos en pleno apogeo de la imagen. Esto debido al ritmo acelerado de la sociedad actual, que no tiene tiempo para perder, por lo que, mientras antes era necesario tomarse dos o tres minutos para leer un artículo y enterarse de las tormentas que asolan Bangladesh, ahora una sola imagen conjuga dentro de sí lo que antes aparecía en dos párrafos. En pos del menor esfuerzo y la rapidez, hemos dejado de movernos por asimilación, procesamiento y racionalización de lo que recibimos del exterior, para operar por golpe de vista, por fascinación: por la fatal fascinación de ver. Hoy, una imagen vale más que mil palabras. Si antes, en la modernidad, la era del progreso, y bla bla bla, la sociedad se ponía al servicio de sujetos formados, que buscaran y se interesaran por el mundo, por sujetos que no solo recibieran la información sino que la procesaran mentalmente a fin de entenderla, en el presente ocurre lo contrario: recibimos la información (ya procesada, como se han cansado de decirnos) no para entenderla y asimilarla, no para procesarla y determinarla, sino, meramente, para “estar informados”, para actualizarnos, para estar al día. Lo que antes era una captación activa, hoy es una recepción pasiva, un bombardeo en el que lejos de tamizar y descartar lo inútil, todo se recibe inconscientemente. Somos una suerte de cámara: solo observamos y almacenamos los datos que recibimos.

El estado de la comunicación actual
Es en parte por esto, que la comunicación parece mutar siempre hacia formas más primitivas y básicas de intercambio. Los medios cada vez se empeñan más en decir las cosas con menos palabras (de hecho twitter tiene 140 caracteres para decir) y más rapidez. De esta forma democratizamos (democracia en el laxo sentido actual) la comunicación: pero también la asesinamos. La comunicación en las formas actuales, lejos de unirnos, lejos de ampliar el rango de utilidades lo único que logra es negarse a si misma: es ofrecer, de forma anormal, más y más medios para comunicar, más y más posibilidades de comunicar, olvidando lo básico de toda comunicación, la clave que debe desencadenar el acto mismo de comunicar: tener algo para decir.