lunes, 21 de noviembre de 2011

Sonidos de la calle

Otra vez el 117. Parece condenado a esto. Hace unas semanas subí y le pagué al conductor/cobrador, al que es lo mismo decirle "hola, buenas tardes", "hola, cómo estas?", "hola, que cara de orto que tenés", "pedazo de mierda"; siempre va a contestar con otra pregunta: "¿Común?", y levanté la vista para elegir mi asiento. Estaba lleno asi que caminé hacia la parte en la que uno puede estar parado junto a la ventana, pero vi que había un borracho recitando algun poema de su propia autoría.

No tardé en darme cuenta que se trataba de un "músico ambulante" y no de un borracho que recitaba un poema de su propia autoría.

Me di cuenta que era un músico callejero porque terminó de cantar (bueno, cantar, cantar, cantar... algo así) y se escucharon siete aplausos; los siete de la misma persona, una mujer, una vieja. El tipo dijo algunas palabras y volvió al ruedo con otra interpretación a capela.

Yo estaba al lado del tipo y, confieso, fui presa de los embates del SDV (Síndrome de velorio): luchaba contra una risa que quería salir de mi interior en un momento no aconsejado. Cuando terminó esta otra hermosa pieza vocal, volvieron a escucharse los mismos aplausos de la misma mujer. Esta vez fueron más cantidad y más fuertes. Fue ahí que el tipo empezó con sus estupideces. "Si, gracias, si, muchas gracias", dijo en un tono irónico tratando de demostrarle a todos los que estábamos ahí que se había dado cuenta de que su show no había provocado lo que se dice "conección con el público". "Gracias, señora", siguió, mientras se acercaba al asiento de la vieja estúpida. "¡Tiene buena voz!", elogió la señora, "qué bien que canta, y sin guitarra ni nada", agregó como si esto último fuera un plus en lugar de un detrimento. (Cantar a capela no es sinónimo de valentía, y, en este caso, sí fue sinónimo de atentado al buen gusto).

La vieja y el señor con buena voz hablaron un rato; entre ellos había un muchacho que, pobre, no sabía qué hacer. "Si, ya me han comparado varias veces con Zitarrosa", dijo el tipo en respuesta a lo de la "buena voz". La mujer le preguntó si nunca había tocado en ningun otro lado que no fuera el omnibus, y el tipo le contestó que no, agregando: "Es así, acá nadie entiende nada. Y por eso nadie aplaude en este ómnibus". Después hizo un silencio para agregar dramatismo a lo que acababa de decir, pero el ruido a carroza medieval del 117 y la radio mal sintonizada hicieron su trabajo. "Porque hay que decir las cosas de frente y claras", siguió el viejo, "acá hay 30 personas y solo usted aplaudió, señora. Eso es porque tiene buen oído, y todos los demás no, queda claro".

No pude evitar sentir asco por este tipo y esbozar una sonrisa y soltar un involuntario y leve "pobre tarado", mientras el tipo seguía repitiendo: "Así son acá. 30 personas y nadie aplaude. Usted es la única que entiende, usted sabe de música, señora". La mujer le decía a todo que sí.