viernes, 26 de noviembre de 2010

Pasados de verde

Las publicidades de FUCAC, desde hace algún tiempo, me causaron cierta impresión: ¿qué es eso del verde? ¿Por qué tanta insistencia empecinada y traída de los pelos con el color verde, los bailes ridículos, los cantos, etc…? Desde la primera vez que vi uno de los spots publicitarios de FUCAC y su misteriosa campaña con el verde, me asaltaron muchas dudas. Primer que nada, por el repentino e inexplicado protagonismo del color verde en sus avisos. Y es importante recalcarlo: la empresa nunca se ocupó de explicar qué significa el verde, por qué lo eligieron y que buscan con ese color como bandera de la empresa. El verde apareció sin más, de un día para el otro, y ahí se quedó. Pero lo primero es preguntarse si hay alguna razón especial para ello. Y evidentemente tenderíamos a decir que si; que seguramente los de FUCAC le pagaron a un grupo de tipos que se hacen llamar creativos (lo más cómico es que se forman y se licencian de creativos), para que le diesen un toque especial a la empresa. Ese toque resultó ser el verde.




En el spot el verde aparece en todas sus formas: en las letras, en las cifras de préstamo, en las prendas y todas la indumentaria de los actores… hasta se pinta la cámara y se le da un baldazo de pintura verde al televidente. Pasate al verde. ¿Qué es el verde? ¿Qué implica pasarse al verde? ¿Por qué? Todo eso no existe.

Rápidamente vemos otra cosa: entre tanta verdosidad, aparecen niños, niñas, gordos de doscientos kilos, jóvenes, adultos, viejos. Todos bajo el encanto del verde; todos, en cierta forma, bajo los efectos del verde. Todos bailan, se ríen, hacen idioteces, cantan… Todo por gracia divina de haberse pasado al verde.

Y luego de indagar brevemente en esto la respuesta es simple: ¿cuál es el imperativo social actual? ¿Qué es lo más valioso que podemos tener hoy? Juventud. Cremas, cosméticos, líneas de expresión, antiarrugas, tengo cuarenta pero no los aparento, no te arrugues, cuidate del sol pero bronceate, qué pelazo!, conservá tu figura, cuidá tu silueta, mantenete en forma, sacate años con la crema X. Esas son las expresiones que pueblan la publicidad hoy en día: el proceso natural de envejecimiento, el proceso natural que siguen todos los organismos de la tierra resulta peligroso, hoy parece necesario pervertir las reglas naturales en pos del congelamiento. El hombre actual es alérgico al paso del tiempo. No hay peor mal que la vejez. Viejos son los trapos; esa frase intenta servir de consuelo a una masa humana condenada al deterioro, al envejecimiento inminente que espera a su víctima.

La vejez ya no parece un bien, un proceso natural esperable y que sirve para acumular experiencia ni sabiduría: hoy es el terror que acecha a las personas, más terror que la muerte misma es ser un viejo. En el mundo en el que constantemente se amenaza con el no hay mañana, el fin del mundo, el día en que la tierra se detiene o el 2012, lo que queda es vivir aquí y ahora. Aprovechemos el momento, pues no sabemos que depara el futuro, si es que lo hay. Por eso no pensemos en el futuro, olvidémoslo: maquillémoslo, retrasémoslo… Postergación continua y estéril por evitar un mal que es inevitable. Eso parece.


En este marco, la publicidad de FUCAC no parece más que un producto típico de nuestro tiempo. Un esperanzador y patético sketch. Pasarse al verde significa olvidar las preocupaciones que antes aquejaban al hombre común (mi futuro, el ahorro, el trabajo, la dignidad). La cultura y el valor del ahorro, tiempo atrás considerado algo honorable y obligatorio, hoy ha desaparecido: ¿para qué ahorrar si nos vamos a morir? La aparición y proliferación de empresas de crédito marca el fin de la cultura del ahorro y la racionalización de los gastos.

El spot muestra a todos bajo el dulce y alegre reino del verde, del presente y el crédito: un toque de verde y las preocupaciones se van, un toque de verde y los viejos bailan, sonríen, disfrutan de la vida. Y esto no es menor: no es casual que los viejos (la gente de la tercera edad) sean protagonistas estelares de los avisos de FUCAC y el verde: el verde es el color de lo que todavía no está maduro, de lo que aún es fértil, lo que está creciendo, lo joven, lo que fluye. Eso, que es todo lo contrario a la vejez, con la magia de FUCAC convierte a los viejos en viejos verdes; es decir, viejos jóvenes que olvidan el paso del tiempo y las arrugas y bailan y ríen y piden préstamos y no se preocupan por nada.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Bueno o malo, pero acertado



El más reciente spot publicitario de Coca Cola (el del video anterior) es francamente perfecto. Y lo digo sin ser especialista en marketing ni en estrategia alguna de ventas. Lo digo, simplemente, porque tiene lo que debe tener una marca para atraer al público hoy día: es narcisista, hedonista y agresivamente “democrático”. Repasemos: en el video se vive una locura total, un júbilo sin fin, sin drama ni traba alguna que pueda frenar la diversión. Es el paraíso mismo del desenfreno; de lo individual, de la (auto) satisfacción, de la realización personal, del placer sin límites. Podríamos llenar un párrafo entero de adjetivos. Bien, resulta que desde el horizonte se acerca un oscuro y malévolo ejército arcaico y pasado de moda que, lisa y llanamente, quiere acabar con todo eso; que viene a cortar violentamente el derroche de alegría. Quieren cortar el placer, dice el comercial (al menos el que escuché en TV, el de Internet está empezado).

Y resulta ser un retrato perfecto de lo actual: ya ninguno de nosotros vive bajo el rigorismo moderno, si bajo reglas morales y cierta ética; pero ya no cumpliendo con estas reglas sociales de forma estricta, ya no bajo el deber ser para con uno mismo y la sociedad. Ahora se siguen cumpliendo las reglas referentes a la organización en sociedad, pero estas corren más por autogestión o elección a la carta, por personalización, que por deber, obligación o imposición. Lo que antes se hacía por imposición, hoy se hace por placer. Pero las cosas han cambiado: lo que está bien y está mal ya no es estricto; lo bueno y lo malo, lo feo y lo lindo, ya no existen; los antagonismos se han barrido (nada es blanco o negro, hay grises; esa es la frase perfecta que define la abolición de límites y antagonismos). Ahora, en la convivencia social y tal como ocurre en la historia del spot publicitario, vivimos en la era de la autogestión, autorregulación; de los deberes y obligaciones moldeados y personalizados a la carta, al gusto de cada uno. Y el placer, la droga, la diversión, la ebriedad ya no se viven con culpa sino con orgullo y frenesí. Todo es una continua despedida de soltero: no hay mañana, por lo tanto el hoy, el ahora cobra una vida hipertrófica y hay que hacerlo todo ya, probar todo, darse todos los gustos.

En este marco, aquel Estado que se dedicaba a regular las relaciones, aquella era donde un poder superior indicaba a cada uno lo que debía hacer, es visto (al igual que en el video) como un aparato vetusto, antiguo, torpe; perteneciente al pasado, a un mecanismo de orden que ya no funciona, que ha sido barrido en beneficio de la autogestión. Ya no precisamos (reza la publicidad de Coca-cola) Estado, Deber, Ejército, Dios que venga a decirnos qué hacer: el Estado y el Deber somos nosotros; lo moldeamos nosotros; el Ejército ya no sirve por su torpeza y, por su puesto; Dios ha muerto.

Tal y como ocurre con el aparato regulador (ejército, Presidente, Estado) en el reclame de Coca-cola, los mandatarios e instituciones buscan constantemente un lugar en un mundo que ya no los precisa, que se autorregula; por eso los presidentes son más populares cuanto más “hablan el lenguaje del pueblo”, por más que ese lenguaje sea defectuoso; por eso los candidatos discuten de tú a tú en Twitter, por eso se populariza (se democratiza falsamente) todo lo que antes era opuesto a la masa.

Una vez más, tal y como lo muestra el magistral video de Coca-Cola, el individuo actual (posmoralista) ya no vive esta falta de sentido, esta ausencia de proyectos o mañana, de forma dramática. Que el mundo sea absurdo, que el hoy sea lo único que queda, ya no genera depresión; la depresión es típicamente moderna y problemática; es típicamente pasada. En la actualidad todo es deserción; un estancamiento dulce y aproblemático. La falta de rumbo de todo ya no es un drama; es una forma de vida. “Es mejor cualquier sentido que ninguno” dijo Nietzsche: hoy esa frase ha sido barrida, se ha demostrado que se puede vivir sin ningún sentido y que la “felicidad” coexiste con el absurdo.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Cartas de un viejo jubilado: primera entrega

¿Por qué he de soportar, cada día, qué ciertos sujetos -idiotas extraviados, debo concluir- se tomen la licencia, el lujo, el descaro de estacionar su coche en la vereda? Es una muestra cabal de la decadencia de nuestro tiempo; decadencia poco relevante, como debe ser. Resulta que hay que bajar a la calle o desviar el camino correcto porque a un Don Atrevido se le ocurre atravesar su jodido auto en dónde debería estar el transeúnte caminando libre y alegremente, o triste, como el sujeto pueda. Pero es intentendible cómo se condena a un simple peatón a bajar la vereda (enfrentándo, creo que no hace falta decirlo, el crudo peligro que acecha en las calles) por un simple antojo.

Parecerá estúpido, y lo es, pero con estas pequeñeces se demuestran grandes cosas. He concluido, luego de un perspicaz y agudo proceso de observación, que cada uno de estos caballeros mongoloides, además de una falta total de vergüenza, dignidad y buen gusto, padecen un evidente delirio de grandeza, derivado en parte de su gris presente y su estereotipada existencia: plagada de lugares comunes, café rancio, corbatas apretadas, lapiceras en el bolsillo de la camisa, hijos feos de seis u ocho años que padecen una marcada hiperactividad y desapego por el aprendizaje de buenas costumbres, y un largo etc... El infractor más destacado, en concreto, es un sujeto apático (de barba de varios días), que va a su trabajo en su piojosa camioneta llena de pegotines en el vidrio trasero lo cuál, seguramente, causará un fatal accidente que incluirá horribles consecuencias, que vuelve a la noche cargado de tristeza, que cada mañana va en chancletas (desligado totalmente de de la realidad, pues si hace frío o calor las usa) a la panadería. Entonces parece que todos nosotros somos culpables de que el señor sea un desgraciado degenerado falto de geometría, traído de un lejano sitio o planeta donde los autos ocupan las veredas y las personas las calles, donde las personas se sientan en el piso y los objetos en las sillas; un lugar inverso. Todos los días, aquel indigno ser humano que no tenga el buen gusto ni la bendición de tener auto y que sea lo suficientemente burro como para no saber levitar, debe pasar por la vereda y; o bien mancharse la ropa contra el óxido del guarda barros de su asquerosa camioneta, o bien bajar a la calle corriendo el evidente riesgo de que un auto lo pase por encima.

Habrá que ver cómo se soluciona este tema; sepa usted, muy señor mío, que la multa correspondiente al mal social, al crimen que usted está perpetrando y perpetuando, es de $1855 (cuatro UR) según indica la norma técnica correspondiente, al día 30.08.2010. Pero ya que lo menciono, he dado, creo, con la raíz misma del problema: apelo al mismo Estado, a la misma ley que algunos miembros del Ejecutivo utilizan para limpiarse el trasero. Está lleno de gente como este hombre, y nada pasa. Así que al diablo con la ley, porque si esperamos por eso, para casos como este, vamos a esperar hasta el fin de los tiempos.

He decidido, y lo vengo manejando desde hace largo tiempo, que lo mejor para todos será colocar una suerte de pincho cuidadosamente pensado para que usted, al salir de su casa una mañana, vea truncas sus espectativas y pinchada una de sus ruedas.
Me veo en el deber de declarar, también, que es un mal familiar, pues durante el verano tuve la posibilidad de ver al hijo de este sujeto, de este vecino irrespetuoso con la dignidad y la cordialidad, utilizando una manguera para mojar la vereda. Si; el niño rollizo e imbécil mojaba, tarde de por medio y debido al ocio y a que su padre no se dignaba a jugar pelota con él, la calle con la manguera por el arte de molestar. Gastaba la preciosa agua. Espero que cuando las fuerzas de todas las potencias mundiales nos perviertan y opriman para sacarnos el agua (¿hace cuanto que vienenen jodiendo con eso de que van a venir a sacarnos el agua?), este niño se haga cargo de su mal. Este pequeño ya tiene conciencia de si, supongo, así que cuando nos vengan a sacar el agua espero tenga la decencia de enfrentar al enemigo y no se quite la vida.

Respetuosamente,

El señor del caos