Hoy me tocó, mientras seleccionaba cd’s en Palacio de la Música del Shopping Punta Carretas, presenciar –más precisamente oír- algo raro; no raro en el sentido asociado a extravagancia o peculiaridad –eso ya no se ve-, raro en el peor de los sentidos. Tanto que la palabra no sería raro, pero ya empecé la frase y borrarla implicaría empezarla otra vez. En fin. Mientras iba pasando uno tras otro los álbumes (como el lector se dará cuenta: impulsando las cajas de cd’s hacia delante con el dedo), comencé a escuchar un griterío, griterío que, mientras pasaba por un recopilatorio de los Beatles, invocaba aquel fenómeno de los ’60, la Beatlemanía. Pero tristemente no era eso. Es Ricardo Fort, dijo uno de los empleados de Palacio mientras se asomaba para ver a la estrella(fugaz) pasar por el segundo piso del Shopping. Es Ricardo Fort… Es Ricardo Fort. Sentí dolor en el corazón.
Eso fue lo que pasó: gritos eufóricos en el Shopping para acercarse a Ricardo Fort. Y dije que es algo raro, pero en realidad es todo lo contrario: no es raro que pase esto cuando la gente ve a un sujeto como Fort. ¿Cómo no enloquecerse cuando algo como esto se acerca, pisa el mismo piso que yo? Es horroroso, pero es así. Me guste o no. En cuestión de segundos el local de Palacio de la Música quedó vacío (tanto que me hubiese dado el tiempo para arrancar la cobertura de plástico de seguridad y robarme muchos cd’s, lo pensé ¿y?). Que pase algo así es espantoso. Pero es real.
Calamaro nombra a Beto Satragni en el festivalucho de Pilsen y se escucha un silencio que da vergüenza; luego algunos indignos atrevidos sueltan un aplauso apagado; el típico aplauso de alguien que aplaude porque sabe que hay que rendir honor a alguien pero no sabe por qué ni de quién se trata. La verdad es que hay gente que apesta, que da asco, está lleno de ellos, pasan cerca de uno continuamente. Un músico argentino nombra a un uruguayo como Satragni, un tipo que fundó el beat, el candombe-funk de nuestro país, que lo llevó a Argentina, que formó a Calamaro, que compuso junto a Spinetta en Jade, junto a Charly, que fue taloneado por Sui Generies, que tocó con Miguel Abuelo, Greco, Moro, Moris, Lebón… y la gente “rockera” (dan asco los imbéciles que se autodenominan así en este país) escucha el nombre de Satragni y no tiene idea de quién es, aplauden porque se sienten en la necesidad de hacerlo. De esos indignos, a lo sumo el menos indigno habrá buscado en Wikipedia “Beto Satragni”.
¿Qué tiene que ver? No se, pero lo raro (todo lo contrario ahora: lo común, tristemente) es que la gente se rasga las vestiduras por acercarse a Ricardo Fort (ni siquiera alguien con cara normal) y no saben quién es (quien fue) Satragni. No digo que sea obligación saberlo, para nada. Pero va contra el neo-chovinismo que ha surgido acá, valorar más la mierda argentina que el oro argentino y el diamante uruguayo.
Está claro por qué pasa esto: porque Fort es un formador de opinión, o al menos es un sujeto público, comunicativo exponente de los mass media. Eso lo convierte, hoy, en un referente a nivel social. Y este no es el discurso de cierto sector intelectual (antes teníamos a Mirtha Legrand, ahora a Fort), no es un problema de falta de refinamiento o buen gusto, es un problema peor: es la construcción automática y estúpida de referentes y líderes que, en rigor, no hacen nada. ¿Qué es Ricardo Fort? Y digo este nombre por decir uno. ¿Qué hace él? ¿Qué lo define? ¿En qué se destaca? Existe, y no soy el primero en decirlo, una necesidad padre/hijo entre el espectador o cuerpo social y aquel referente que sale en Tv. Hoy el Estado precisa de los medios de comunicación, pues ahí está la más rápida y simple forma de expandir el poder, tanto que sujetos sin cerebro (y lo digo literalmente; sostengo que Ricardo Fort tiene tomates podridos en la cabeza), decía: tanto que sujetos sin cerebro ni capacidad alguna, puedan alcanzar la escala de idolo y modelo del pueblo. Y que alguien venga a decirme que nadie ve a Tinelli, que nadie quiere a Ricardo Fort ni a Tinelli, porque alguien lo ve. Yo no, claro, pero alguien lo ve y ese alguien, lamentablemente, comparte el mismo aire conmigo. Espero tenga respeto y contenga la respiración.
Que poco coherente que quedó esto. ¿Y?
26/10
Agrego que mi desalineado y caotico post no es una declaración en contra de la avanzada de la "basura" argentina en Uruguay. No es una de esas habituales y estúpidas quejas, cada vez más frecuentes, sobre los medios argentinos inmiscuidos en los medios nacionales. La proclama popular, repito; muy en boga ultimamente, padece de dos problemas. El primero es evidente y creo que no es necesario especificarlo mucho: si la "basura" argentina, la que el lector quiera seleccionar como ejemplo será válida, si ese producto malnacido se ha instalado en nuestros medios, no es sino porque hay una gran cantidad de gente que los consume. Uno pregunta entre diez personas ¿quién ve a Tinelli? y resulta que son dos o tres los que lo ven, algo extraño, porque si eso fuese cierto, no se mantendría en el horario central del principal canal abierto del Uruguay.
Un segundo punto es que la queja del argentinismo decadente (es decir; lo argentino en su peór faceta) en nuestro país, además de culpa o responsabilidad nuestra, es un reclamo absurdo: Uruguay existe por y para Argentina (y Brasil), no soy el primero ni el último en decirlo. Este país no sería tal si no fuese por intereses de dos países en serio que nos rodean. Entonces, que el hijo se queje de tener los mismos gestos y facciones que el padre, es algo absurdo. Además de el sentido de inferioridad uruguayo frente a todo lo argentino, existe una queja constante sobre el producto barato de la vecina orilla instalado en nuestro país. EL DÍA QUE EN NUESTRO BENDITO PAÍS SE ELABOREN PRODUCTOS TELEVISIVOS CON DIGNIDAD, no habrá que quejarse de la importación barata. ¿Por qué son los argentinos los dueños de la Tv uruguaya? Porque, tengo que creer, el producto nacional es peor aún (Pizza Carballo, Bendita Tv, Telemental, la ficción espantosa de Esmoris y el imbécil de Coco Etchague, etc...).
Mi post no se trata de todo esto (ahora, por decantación, si), sino más precisamente de una simple y ocasional comparación entre dos hechos que sentí conectarse (lo de Satragni y lo de Fort). Me importa un rábano si con esto "le doy de comer a Fort y a todos esos". Eso es cierto, pero a mi no me importa matar a nadie de hambre, eso se lo dejo a los que lo saben hacer.
Hoy es casi imposible no ser funcional a sistemas como estos, es muy dificil no ser fagocitado por los medios y jugar su partido. Eso es cierto, pero es otro tema.
Krautrock en Pez en el Hielo
Hace 3 días