El viernes pasó otra marcha de la diversidad. En primer lugar hay que mencionar la disonancia, una vez más; repetida, entre el reclamo –“despenalización del aborto, el matrimonio homosexual y el trabajo digno para todos, bajo la consigna ‘los mismos deberes… los mismos derechos’ (180.com)”- y el hecho, la manifestación o, más precisamente, el acting. Las marchas de este tipo –sea en reclamo por derechos, cupos, igualdad, no discriminación, etc…- parecen condenadas a una equivoca repetición; son arrastradas siempre hacia lo festivo, lo carnavalesco, lo grotesco o lo banal. Se piensa más en la puesta en escena, en la performance o el happening, que en el sentido real o esencial que impulsa (o debería) el acto mismo de manifestarse públicamente. Manifestarse en público ya tiene cierto significado intrínseco: sugiere una necesidad de decir algo a bajo costo y largo alcance, una forma de propagar un MENSAJE de forma rápida y libre. Ahora bien, y volviendo a lo anterior, acá parece cobrar protagonismo y primer plano la performance; lo que se monta, se maquilla, se arma, musicaliza e ilumina, y pasa a segundo orden lo que, suponemos, es la raíz misma: manifestarse en busca de valores, igualdad, etc…
Mientras la base está en determinado tono, el punteo está en otro: es difícil de entender qué se reclama, cuando el aspecto de los implicados parece el de una murga. Con esto no se pretende un montón de personas con semblante melancólico y afligido, no, se pretende dar preponderancia a lo que debería ser lo primordial. Los derechos, la despenalización, el trabajo digno, etc., no se consiguen (o al menos no parece así) montando una farándula y un cotillón bajo risa cínica y despreocupada. No es una fiesta, pero parece tal. Se juegan cosas importantes, pero se juegan, justamente, como un juego. Todo esto obviando la singular inclusión de la despenalización del aborto como uno de los reclamos en una marcha de “minorías”. Es interesante el fenómeno por el cuál se mete todo dentro de la misma bolsa, y lo que era marcha homosexual es ahora marcha de minorías. No solo esto, sino también el hecho de incluir a la mujer, y este tal vez no sea le caso, entre las minorías. ¿Qué hace la despenalización del aborto en una marcha por la diversidad? Es triste ver como ya no se sabe ni cómo ni qué reclamar en qué lugar ni cuándo. No se trata de estar, como se plantea para patear al otro a la hoguera, en contra o a favor, de ser pro o anti algo, de ser homo o hetero, eso en este caso es lo menos importante. Ese es un asunto que no me importa tratar ahora.
Lo único que se consigue reclamando satíricamente es causar un golpe de vista, shockear la superficie de aquellos que se encuentren con la marea deambulante y feliz. Lo único que parece conseguirse es un momento de oídos que escuchen, un instante para ver y luego, simplemente, olvidarlo todo. ¿Hace cuanto que se suceden estas marchas? Y hablo de estas y no todas las marchas. Lo que se ha logrado no se ha conseguido por medio de estas manifestaciones, se ha conseguido políticamente, por medio de diálogo y papeleo, nos guste o no. El objetivo de la marcha, en suma, parece desplazado de su sentido inicial, gira en su órbita hasta olvidarse por qué lo hace: el objetivo ya no parece ser la obtención de los derechos, sino el acto mismo de decir, hacer, mostrar, exteriorizar y comunicar lo que se reclama, sin importar demasiado si está bien el medio, la forma, el canal en pos de la obtención.
Es algo escabroso a veces notar esto, cuando al que lo hace se lo acusa y señala como reaccionario, a fin de cuentas ¿a quién le parece mala una fiesta así? Justamente es terrible una fiesta así para un tema así, y lo peor es que oponérsele es apagar la música, prender la luz y acabar con la fiesta.
Krautrock en Pez en el Hielo
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