Por estos días, aunque desde hace meses -y de forma aleatoria-, TV Ciudad viene emitiendo sus programas sobre el Festival Ñ 2010. Si, pasaron meses desde el Festival Ñ en Montevideo, y estos programas no son nuevos, pero por alguna razón los están emitiendo con asiduidad últimamente. Cada programa se estructura en tres entrevistas realizadas durante el festival: una por Gonzalo Sobral a un escritor (obviamente extranjero, español, debido al festival), otra por Gabriel Peveroni, también a otro escritor o realizador, y una última con las preguntas ya editadas.
Esta prestigiosa casa recomienda estos programas, tanto para quienes hayan asistido al evento, como para quienes no. (Es una forma delicada que tienen los restaurantes con modales para decir que todo lo demás está en podrido o en vías de)
En uno de esos programas (que no se cuantos son, yo vi dos), Sobral entrevista a Vicente Molina Foix (1946, España), escritor, traductor -especialmente de la obra de Shakespeare-, que ha incursionado también en el cine primero como guionista y luego como director. En esta entrevista breve pero realmente interesante, Foix habla no solo de su tarea como traductor, de cómo es editar por Anagrama y de la génesis de la novela, sino que también habla de la relación entre literatura y cine, entre la novela y la película.
Personalmente creo que juntar en la misma conversación al cine y a la literatura precisa de mucho cuidado: hablamos de dos soportes diferentes, con otros códigos, formas y lenguajes. Hay que tener cuidado porque este tema se presta a la muy común y deleznable frase "la película me gustó, pero prefiero el libro", o "leí la novela, la película debe ser una mierda", o también "la película corta partes de la novela, es una porquería". Es como decir: el jugo de naranja es mejor que el licuado de pera y bananas. ¿?. Todos esos juicios parten de un error básico. El cine usa un lenguaje audiovisual basado en cortes de edición, movimientos de cámara, iluminación, todo un arsenal que buscará representar algo para la vista y los oídos de un espectador. Además, la atención del público promedio no puede estar más de cuatro horas frente a una cinta, supongo, por más atractiva que esta sea. La novela, en tanto, es solo letras, párrafos, el lector tiene que armar todo lo demás, sin importar si el autor es muy descriptivo o no. Hay, de plano, una relación dialéctica con el público (lector, espectador) diferente.
No hay mejor o peor. Es evidente -y necesario- que una novela de mil páginas llevada al cine sea reformulada y transformada en guión para durar dos horas; por eso hablamos de adaptación, supongo, y de guión. Si no sería como escanear la novela y poner un par de tipos a representar los diálogos, un par de árboles detrás y todo listo. Pero para algunos adaptación de una novela al cine parece que implica copiar y recrear cada una de las jodidas líneas, de las siete mil ochocientas líneas que tiene esa novela, y a la vez lograr una película de hora y media. Es curioso que exista gente que piense eso, muy curioso.
Es un tema demasiado largo. Ni Molina Foix ni Sobral dijeron ninguna idiotez de estas, claro está, pero se dio por un instante el tema de cómo es adaptar una novela al cine. Y es una pregunta justa para un entrevistado justo, que puede hablar con propiedad de ese proceso. Acertadamente Foix dice "llevar una novela al cine siempre es traicionar". Es muy claro: lo que en la novela es un espacio vacío que se llena con subjetividad del lector, en la película es representado por el director. Un ejemplo de esto -en nuestro país-, es citado en otro de estos programas, en la entrevista callejera que Peveroni le hace a Álvaro Brechner, director de Mal día para pescar, la mejor película (¿la única?) de género de los últimos tiempos en Uruguay. Peveroni le pregunta a Brechner "¿no te dio miedo meterte con Santamaría?". Creo que se le escapó a Peveroni, no soy quien para juzgarlo (lo juzgo, sí, por Tobogán Blanco, una muy linda novela suya), pero creo que es una pregunta innecesaria y muy Uruguaya. Adaptar un cuento de Onetti (Jacob y el Otro) desde una posición no-onettiana (confesada en esta entrevista por el mismo Brechner) es, a mi modo de ver, una oportunidad genial y así quedó demostrado, con una película (adaptación) espléndida en un medio cinematográfico -el uruguayo-, sobrecargado de ritmo europeo e historias mínimas (no es un ataque contra la evidente y marcada influencia estilística de Control Zeta sobre el cine nacional, al contrario, es una apuesta a hacer también otro tipo de cine que no sea siempre Stoll-Rebella). Pero para muchos -creo que Peveroni no piensa esto aunque tal vez me equivoque- no se trata de hacer una arriesgada película sobre un cuento genial, es "meterse con Santamaría, con Onetti".
Después sí, como se habla (sin especificar) en la entrevista de Sobral y Foix, hay veces en las que sale mejor parada la novela -juzgada como literatura- frente al filme, o en caso contrario; la película -juzgada bajo canones del cine- en oposición al libro. No mejor una que otra, sino mejor en relación a su formato mismo. Para explicarlo mejor: un ejemplo célebre es El Padrino, de Mario Puzo. No se trata de altísima literatura, si de una novela respetable. El-Padrino-Película goza, en el mundo del cine, de un elevadísimo prestigio como realización e historia de gángsters. El-Padrino-Novela, en cambio, no genera semejante respeto en el mundo literario.
Krautrock en Pez en el Hielo
Hace 1 día
3 comentarios:
Perdoneme estimado Comidín23 por demorarme tanto en leer su interesante artículo.
Me remito únicamente a decir que concuerdo con lo anteriormente escrito, y que tendré que conseguir de alguna forma ese progama que recomienda.
Justamente estuve viendo por las callejuelas de internet, pero no lo encontré -mi búsqueda tampoco fue demasiado incisiva-.
Para los que tienen TV Ciudad, los programas sobre el Festival Ñ se están emitiendo los MARTES a las 20 con repetición los DOMINGOS a las 19.
Saludos
De acuerdo con el planteo. La única adaptación que me gustó ádemás de El señor de los anillos, fue Hombre en llamas (Tony Scott), sobre El Guardaespaldas de A.J. Quinnel.
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