Alguno dijo que The fighter "tira la toalla demasiado pronto"; que la interpretación de Bale es "sobreactuada y por eso la Academia lo va a premiar"; que la película es "otra de esas historias de superación, sacrificio y boxeo"; que ya lo hicieron Toro salvaje o Rocky.
Lo último es cierto; hace mucho que el boxeo -o la lucha libre- es un buen disparador para historias que mezclan drama y deporte. Ejemplos: Rocky, Toro salvaje, Million Dollar Baby, El luchador (The wrestler) y también Mal día para pescar, de Álvaro Bretchner -lo MEJOR que le pasó al cine de género en Uruguay-.
Que The fighter gira una vez más sobre lo mismo es cierto, lo que no quita que la película funcione de maravilla. No importa que una fórmula sea repetida; importa que sea efectiva -y no efectista!- y que esté, ante todo, bien hecha. Y la verdad es que el final de The fighter te mete ahí. En realidad toda la película atrpa: el núcleo familiar cerrado de inmigrantes irlandeses en EEUU; el boxeo no como simple envase para un mensaje o metáfora estúpida, sino como eje de las relaciones, como causa y consecuencia de la decadencia humana; la música, excelente en cada intervencion, y los PERSONAJES, todos o la mayoría, de carne y hueso, verdaderos. (Obviamente Mark Wahlberg está igual que siempre, o sea: ni mal ni bien. Como un oasis en el camino queda su papel sorpresivo y muy bueno en Los infiltrados). Ah, tampoco hay buenos y malos muy determinados, otro punto a favor.
Y Christian Bale, que en esta película vuelve a morir por 115 minutos para darle vida, también por 115 minutos, a Dicky Eklund en la pantalla, merece un parrafo aparte y separado por dos espacios en blanco.
Lo de Bale es impresionante, atrapante, un personaje frenético. Ocurre que cuando Dicky Eklund aparece en escena todo lo demás pasa a segundo plano.
Si el Óscar a Mejor actor de reparto no lo gana Christian Bale, elimino este blog. (Se que para muchos eso sería un golpe duro, por eso lo digo. Pero siempre recuerden que hay grandes sacrificios que son necesarios para protestar por algo que nadie nos pidió y que no nos afecta o beneficia directamente a nosotros).