viernes, 5 de noviembre de 2010

Cartas de un viejo jubilado: primera entrega

¿Por qué he de soportar, cada día, qué ciertos sujetos -idiotas extraviados, debo concluir- se tomen la licencia, el lujo, el descaro de estacionar su coche en la vereda? Es una muestra cabal de la decadencia de nuestro tiempo; decadencia poco relevante, como debe ser. Resulta que hay que bajar a la calle o desviar el camino correcto porque a un Don Atrevido se le ocurre atravesar su jodido auto en dónde debería estar el transeúnte caminando libre y alegremente, o triste, como el sujeto pueda. Pero es intentendible cómo se condena a un simple peatón a bajar la vereda (enfrentándo, creo que no hace falta decirlo, el crudo peligro que acecha en las calles) por un simple antojo.

Parecerá estúpido, y lo es, pero con estas pequeñeces se demuestran grandes cosas. He concluido, luego de un perspicaz y agudo proceso de observación, que cada uno de estos caballeros mongoloides, además de una falta total de vergüenza, dignidad y buen gusto, padecen un evidente delirio de grandeza, derivado en parte de su gris presente y su estereotipada existencia: plagada de lugares comunes, café rancio, corbatas apretadas, lapiceras en el bolsillo de la camisa, hijos feos de seis u ocho años que padecen una marcada hiperactividad y desapego por el aprendizaje de buenas costumbres, y un largo etc... El infractor más destacado, en concreto, es un sujeto apático (de barba de varios días), que va a su trabajo en su piojosa camioneta llena de pegotines en el vidrio trasero lo cuál, seguramente, causará un fatal accidente que incluirá horribles consecuencias, que vuelve a la noche cargado de tristeza, que cada mañana va en chancletas (desligado totalmente de de la realidad, pues si hace frío o calor las usa) a la panadería. Entonces parece que todos nosotros somos culpables de que el señor sea un desgraciado degenerado falto de geometría, traído de un lejano sitio o planeta donde los autos ocupan las veredas y las personas las calles, donde las personas se sientan en el piso y los objetos en las sillas; un lugar inverso. Todos los días, aquel indigno ser humano que no tenga el buen gusto ni la bendición de tener auto y que sea lo suficientemente burro como para no saber levitar, debe pasar por la vereda y; o bien mancharse la ropa contra el óxido del guarda barros de su asquerosa camioneta, o bien bajar a la calle corriendo el evidente riesgo de que un auto lo pase por encima.

Habrá que ver cómo se soluciona este tema; sepa usted, muy señor mío, que la multa correspondiente al mal social, al crimen que usted está perpetrando y perpetuando, es de $1855 (cuatro UR) según indica la norma técnica correspondiente, al día 30.08.2010. Pero ya que lo menciono, he dado, creo, con la raíz misma del problema: apelo al mismo Estado, a la misma ley que algunos miembros del Ejecutivo utilizan para limpiarse el trasero. Está lleno de gente como este hombre, y nada pasa. Así que al diablo con la ley, porque si esperamos por eso, para casos como este, vamos a esperar hasta el fin de los tiempos.

He decidido, y lo vengo manejando desde hace largo tiempo, que lo mejor para todos será colocar una suerte de pincho cuidadosamente pensado para que usted, al salir de su casa una mañana, vea truncas sus espectativas y pinchada una de sus ruedas.
Me veo en el deber de declarar, también, que es un mal familiar, pues durante el verano tuve la posibilidad de ver al hijo de este sujeto, de este vecino irrespetuoso con la dignidad y la cordialidad, utilizando una manguera para mojar la vereda. Si; el niño rollizo e imbécil mojaba, tarde de por medio y debido al ocio y a que su padre no se dignaba a jugar pelota con él, la calle con la manguera por el arte de molestar. Gastaba la preciosa agua. Espero que cuando las fuerzas de todas las potencias mundiales nos perviertan y opriman para sacarnos el agua (¿hace cuanto que vienenen jodiendo con eso de que van a venir a sacarnos el agua?), este niño se haga cargo de su mal. Este pequeño ya tiene conciencia de si, supongo, así que cuando nos vengan a sacar el agua espero tenga la decencia de enfrentar al enemigo y no se quite la vida.

Respetuosamente,

El señor del caos

3 comentarios:

Martín dijo...

Ojo, que no se entienda que no simpatizo con tu causa (el actuar con esa falta de respeto y consideración para con los demás es enervante), pero debo decir que en tu relato, hasta lástima me da el tipo.

De alguna manera, pintás su vida de un patetismo tal, que, tanto como "es un hdp" me nace un "pobre tipo, qué vida de m...".

Acá en el edificio donde yo vivo, tenemos garages, y una vez, un tipo, de vivo nomás, estacionó un auto en la vereda, a la entrada de uno de los portones. Cuando la titular del garage bajó a sacar su auto (tenían un cumpleaños de 15 con la hija) no pudieron sacar su propio auto!

Nadie podía encontrar al tipo, así q llamaron al ex de la mujer, que tuvo que ir a buscarlas en su auto... no sin antes desinflarle las gomas al reverendo hdp por su falta de consideración.

Estuvo bueno de ver por la ventana cuando el tipo apareció, je.

Joker 23 dijo...

Bueno, creo que ahí tenes una historia para tu próximo post. Que conste que la historia de este sujeto es pura suposición. Suposición, eso si, basada en evidencia empírica.

Saludos

NuMaN dijo...

Te acompaño el sentimiento...
Delicias de la vida en el reino del homo-lumpen...Otra de coches: Que clase de descerebrados mea las ruedas de los coches en los estacionamientos,porque ya no digamos en las paredes,no:En las ruedas,como canis familiaris!
Hace pocos días me acercaba a mi fitito en el estacionamiento cuando veo dos pibes sacando la "manguerita" y prontos para mear en el suelo al lado de la puerta del conductor,es decir la que yo iba a abrir segundos después...Me vieron venir,guardaron las "mangueritas y salieron rumbo a "otro coche",claro,silbando una de ladykaka o algo así...yo los miré y les mandé una maldición gitana,que si se cumplió,esa semana sus novias,de tenerlas,ganaron una anécdota divertida sobre acordioncitas flácidas a los veintipocos años..."Jovenzuelos josdeputa,ñak ñak!"