Ayer murió Antonio Tabucchi, a los 68 años, tal vez el mejor escritor italiano de estos tiempos y autor de obras tan diferentes como atrapantes, críticas y divertidas.
"Vivo en mi lengua, en mi idioma. Como escritor, no vivo ni en París ni en Lisboa ni en Roma. Vivo en el italiano"
Recuerdo cómo di con él por primera vez. Estaba en la librería Diómedes, en la sección usados, con saldo a favor de unos doscientos pesos (había llevado algunos libros por los que me dieron un vale para comprar usados). Aquel día fue particularmente bueno en este sentido: me llevé uno de Paul Auster usado, uno hecho pelota con cuentos de Melville y Hawthorne y por ahí encontré un librito verde de la editorial Anagrama que me llamó la atención (como suele pasar con los colores estridentes de la colección Compactos de Anagrama). Estaba sobre una pila de otros libros usados: Nocturno hindú era el título. Era de pocas páginas y de Anagrama; en el peor de los casos era corto y tenía poder de reventa. Justamente por eso fue el primero que empecé a leer aquel día, y lo terminé en un rato. Incluso releí su final un par de veces más. Nocturno hindú me abrió las puertas del mundo Tabucchi, que, reconozco, nunca me volvió a sorprender tanto como con aquella novela corta. Leí La cabeza perdida de Damasceno Monteiro -en su fase más bien periodística y policial negra-, el celebrado Requiem y un curioso experimento también policial llamado La línea del horizonte. Y todavía me queda, por suerte, mucho de Tabucchi para descubrir.
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